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caderas sobre ella, en parte para demostrar lo que decía y en parte para satisfacer el
clamor de su cuerpo, y a Charlotte se le escapó un sonido diminuto, inarticulado,
antes de poder volver a insultarlo con mayor ímpetu que antes.
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Caroline Linden Pasión Secreta
 Sin duda dijo él cuando ella calló . Pero eso no responde a mi pregunta: ¿qué
voy a hacer con usted?
Le sostuvo las muñecas con una sola. Ella se resistió hasta que fue claro que Drake
podía asirla con una mano tan bien como con las dos. Con suavidad, le apartó los
rizos oscuros de la frente y rió cuando ella volvió el rostro. Los dedos de él se
demoraron en la curva de la mejilla y la línea de la garganta. Tenía una piel
increíblemente suave; se inclinó hacia ella, para sentir su perfume, más suave que de
costumbre.
 Ya sé lo que me gustaría hacer con usted  le murmuró al oído. Ella no dijo
nada, pero se le aceleró la respiración. Stuart cambió de posición y deslizó una rodilla
entre las piernas de ella. Al instante, Charlotte cerró fuerte las piernas, pero ya era
demasiado tarde, y se sacudió cuando él se instaló cómodamente encima de ella.
 Me gustan sus pantalones. Mucho  le palmeó las caderas y ella se sacudió.
 Me equivoqué con usted  aseguró Charlotte, con dureza, sin mirarlo . Pensé
que se comportaba como una prostituta vulgar, que vendía su aspecto y sus modales
para engañar a las personas y quitarles el dinero. No sabía que además las
violentaba.
 ¿Una prostituta vulgar?  frunció el entrecejo . No estoy de acuerdo. Admito
que confío en mi aspecto y mi encanto personal, ¿qué hay con eso? Las mujeres hacen
lo mismo cuando buscan marido. Y mis intenciones son siempre claras, tanto sobre el
matrimonio como... sobre otras cosas  hizo una pausa; seguía acariciando su
cintura, sus caderas. Charlotte se mordió un labio, fuerte, para no traicionar su
reacción a ese roce. No quería que él supiera que su cuerpo respondía.
 Sin embargo  continuó él en el mismo tono pensativo , entiendo que alguien
pueda malinterpretar mis intenciones en esta instancia. Creo que lo que me gustaría
es muy evidente.  Con un hábil movimiento separó los muslos de Charlotte y se
acomodó sobre ella; sonrió travieso ante el temblor de miedo de la mujer . Pero
¿violentar a una mujer? Ah, no, eso nunca. Y menos a usted. Creo que usted tendría
que pedírmelo con muy buenos modales.
 ¡Me está lastimando!  exclamó. Cómo odiaba a ese hombre que se movía
sensualmente contra su entrepierna y la excitaba muy a su pesar. No sabía qué hacer,
si resistirse o relajarse, y entonces trató de patearlo. Stuart reaccionó rápido,
tomándole la rodilla y levantó la pierna hasta engancharla en su propia cintura .
¡Ay!  rezongó, aunque no le dolió para nada; es más, le encantó.
Él le soltó la pierna y subió la mano por el muslo, hacia la cadera.
 Creo que no la estoy lastimando, como usted no me está lastimando a mí 
susurró y la mujer sintió su tibio aliento en la mejilla . Y tampoco creo que usted
estaría aquí si de verdad me tuviera miedo.
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 No le tengo miedo. Lo desprecio, a usted y a todos los hombres como usted. No
son más que un montón de estafadores.
 No es muy buena negociando  se incorporó sobre las rodillas tan rápido que
ella no tuvo tiempo de resistirse, y la hizo poner de pie. Charlotte volvió a forcejear,
con un buen puntapié y un codazo en el estómago, pero él le dobló un brazo por
detrás de la espalda hasta que tuvo que ponerse en puntas de pie, conteniendo el
aliento.
 Eso tampoco fue muy agradable  dijo él, respirando agitado . Venga
conmigo, gatita.
Rezongando, Charlotte obedeció, y se dejó llevar a la habitación contigua... su
dormitorio, se dio cuenta cuando él la empujó sobre la amplia cama mientras se
aflojaba el corbatín. Stuart se lo quitó, le ató las muñecas con la prenda de seda,
volvió a llevarle los brazos por encima de la cabeza y comenzó a atar el corbatín a la
cama. El terror se apoderó de ella como una oleada de fuego. Atada estaría
indefensa, humillada, atrapada. Forcejeó con desesperación, pero fue en vano. Con
expresión adusta, él ajustó el nudo y entonces la miró con una sonrisa aterradora.
Con el corazón golpeándole dentro del pecho, lo observó bajarse de la cama.
Él se alejó. Se dirigió a la ventana y comenzó a desatar los cordones que mantenían
abiertas las cortinas, que se cerraron en un sólo movimiento con un susurro de
terciopelo, acentuando la oscuridad.
 No se preocupe  dijo, yendo a la otra ventana . No le haré daño. Es más, ni
siquiera la tocaré. Prefiero esperar a que usted me lo pida, incluso que me lo ruegue.
Sí  dijo, más decidido, cerrando todas las cortinas , después de todo lo que me
hizo, quiero verla rogar.
 Suélteme  insistió ella. La habitación estaba completamente a oscuras. No tenía
idea de dónde estaba él ni de lo que hacía. Sintió una mano que la agarraba del
tobillo y se asustó.
 No  impidió él, con un dejo de sorna en la voz . Todavía no  Charlotte calló
su protesta, dejándolo que le atara las piernas. Los cordones de las cortinas, claro. La
oscuridad era un aliado. Amarrada como un carnero para el sacrificio, sin poder ver
ni adivinar ninguna de sus acciones, estaba a merced de ese hombre . Le prometí
que no la tocaría.
 ¿Y atarme no cuenta?  bien, al menos el tono de su voz había recuperado el
desdén del comienzo.
 Pero ya terminé. Hablemos, ¿qué le parece?
 No le pagaré un centavo  se le escapó; tal vez no fuera prudente decir eso.
Pero lo que él quería era dinero, y ella se negaba a darle un sólo penique.
Se escuchó una risita amenazadora, en verdad le había hecho gracia el comentario.
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