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tiene el menor sentido el que hable ahora... pero no importa, estoy dispuesto a hablar, y
ustedes estn dispuestos a escucharme... Hablan de su precioso Convenio como si se
tratara de algo sagrado. No estoy de acuerdo y no lo acepto. Actan ustedes como si lo
hubieran recibido directamente del cielo en un destello de luz. Mis abuelos lucharon en la
Segunda Revolución, pero lucharon para abolir la superstición... no para dejar que unos
estpidos borregos implantaran otras nuevas.
Aqullos s eran hombres, en aquellos das! - Miró despectivamente a su alrededor -.
Qu es lo que queda hoy de ellos? Unos mequetrefes cautelosos, tmidos y
preocupados por la seguridad, con agua en las venas. Han planeado ustedes su mundo
tan cuidadosamente que han desterrado de l la alegra y el jbilo. Ya nadie pasa hambre,
ya nadie sufre dao. Sus naves no pueden averiarse y sus cosechas no pueden fracasar.
Han conseguido incluso domesticar el clima hasta el punto de hacer que llueva
suavemente... y tan sólo despus de la medianoche. Por qu esperar hasta la
medianoche, me pregunto... si todos ustedes se van a dormir a las nueve en punto?
Si uno cualquiera de ustedes, saludable gente pequea, cree que sufre alguna
emoción desagradable, Dios no lo permita!, echa a correr directamente hacia la ms
próxima clnica psicodinmica y hace que le reajusten su blanda y pequea mente.
Gracias al cielo, yo nunca he sucumbido a tan narcótico hbito. Mantengo mis propios
sentimientos, gracias, no importa su mal sabor.
Ni siquiera hacen el amor sin consultar antes a un psicotcnico... es la mente de ella
tan llana e inspida como la ma? Hay alguna inestabilidad emocional en su familia?
Todo eso basta para asquear a cualquiera. En cuanto a luchar por una mujer... si es que
alguien tiene las tripas de hacerlo, en dos minutos se encontrar con un agente a su lado,
buscando el lugar ms apropiado para paralizarle y preguntndole con enfermiza
humildad: Puedo servirle en algo, seor?
El alguacil se acercó a MacKinnon. ste se giró hacia l. - Retrese. An no he
terminado. - Se giró de nuevo y aadió -: Me han pedido que elija entre las Dos
Alternativas. Bueno, la elección no es difcil para m. Antes que someterme a tratamiento,
antes que entrar en una de sus aseadas, seguras, placenteras casitas de reorientación y
dejar que mi mente sea manipulada por un montón de mdicos de suaves dedos... antes
que hacer cualquiera de estas cosas, elijo una hermosa y tranquila muerte. Oh, no... hay
tan sólo una elección para m, no dos. Elijo ir a Coventry... y muy contento adems.
Espero no or hablar nunca ms de los Estados Unidos!
Pero hay una cosa que deseara preguntarles antes de irme... por qu se molestan
en seguir viviendo? Creo que sera mejor para cualquiera de ustedes terminar con sus
estpidas y ftiles vidas antes de languidecer en el aburrimiento. Esto es todo. - Se giró
hacia el alguacil -. Acrquese.
- Un momento, David MacKinnon - el Juez Decano levantó una mano para retenerle -.
Le hemos escuchado. Aunque la costumbre no me obliga a ello, deseara responder a
algunas de sus afirmaciones. Quiere escuchar?
De mala gana, aunque no deseando tampoco aparecer grosero frente a una petición
tan obviamente razonable, el joven asintió. El juez empezó a hablar con palabras suaves,
acadmicas, propias de una sala de conferencias.
- David MacKinnon, ha hablado usted de una forma que indudablemente a usted le
parece juiciosa. Sin embargo, sus palabras son incivilizadas, y pronunciadas con
apresuramiento. Me veo obligado a corregir sus obvias deformaciones de los hechos. El
Convenio no es una superstición, sino un simple contrato temporal aprobado por aquellos
mismos revolucionarios por razones pragmticas. Ellos quisieron asegurar el mximo
posible de libertad para todas las personas.
Usted mismo ha gozado de esta libertad. Ningn posible acto, ninguna forma de
conducta, le fue prohibida, mientras sus acciones no daaran a otros. Ni siquiera un acto
especficamente prohibido por la ley le ha podido ser imputado, a menos que el Estado
sea capaz de probar que su acto en particular ha daado, o ha causado un evidente
peligro de dao, a un individuo en particular.
Incluso si alguien daa intencionadamente y con pleno conocimiento a otra persona,
como ha hecho usted, el Estado no pretende establecer juicios morales sobre el hecho, ni
castigar. Nosotros no poseemos la sabidura suficiente como para hacer esto, y la cadena
de injusticias que siempre siguieron a tales coerciones moralistas daaron la libertad de
todos. En vez de ello, al convicto se le ofrece la elección de someterse a un reajuste
psicológico para corregir su tendencia que le impulsa a daar a los dems, o a hacer que
el Estado se desentienda absolutamente de l... envindolo a Coventry.
Se lamenta usted de que nuestra forma de vivir es torpe y prosaica, e implica que le
hemos privado de la excitación de sentirse completamente vivo. Es usted libre de
sostener y expresar su opinión esttica de nuestra forma de vivir, pero no puede esperar
que todos nosotros vivamos de acuerdo con sus gustos. Es usted libre de buscar el [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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